“Si la poesía no nace espontáneamente como la hoja de un árbol, es mejor que no nazca de ningún modo.”
John Keats (1795-1821)
Siempre se ha hablado de la gran técnica y maestría de los poetas, de la grandiosa habilidad de llevar el lenguaje al grado más superlativo. Los grandes: Baudelaire, Poe, Darío, Eco, Huidobro, Dante, Mallarmé, Bécquer, Yeats… y podría seguir eternamente hasta llenar miles de cuartillas. Estos maestros de la poética nos han llenado de versos impresionantes, llenos de pasión, profundidad; versos que nos han transportado a mundos que están tan dentro de cada uno de nosotros que se hace imposible llegar a ellos si no es a través de la poesía.
Si algo he aprendido en toda mi vida es que la poesía es infinita, es un universo complejo, vasto, profundo; en palabras de Tagore “La poesía es el eco de la melodía del universo en el corazón de los humanos.”
Si, de cada uno de los corazones de cada humano: está en ti y en mí de forma natural… sin mayores artificios que los propios de nuestro precario lenguaje; porque cuando el alma habla, el verso nace y se hace eterno. Pero, jamás se debe dejar de lado el hecho de que cada cosa tiene su regla y su estructura. La poesía no podría ser tal si simplemente se apuñalara con grafemas una hoja en blanco.
Ametrallar un texto con adjetivos inútiles, no es poesía.
Bien sea en prosa o en verso, la poesía debe contener en sí misma una estructura, cierta cantidad de figuras retóricas, una medida, debe vestirse en melodía y danzar… es allí donde se encuentra la maestría de un buen poeta. La cadencia y sinceridad del verso, la sutileza de la imagen, el regusto sincero del alma que evoca las más sutiles y profundas emociones, esa es la función última de la poesía.
¿Vengo a enseñarte a escribir poemas? ¿Quiero implementar conceptos, crear una corriente poética, fundar escuela? ¡NO, categóricamente, NO! Sólo quiero compartir contigo mis perspectivas sobre el arte poético, sobre mi manera de leer, entender, aprender y hacer poesía. Intentar lo contrario sería atentar contra la individualidad del ser, cosa que defiendo con sangre.
Tu estilo, tus formas, los que dices, piensas y sientes, son tuyos ¿cómo podría un simple idiota como yo venir a imponerte cosas que de hecho ya son tuyas? Sólo me gustaría compartirte mis experiencias y si lo deseas ayudarte a combatir los grandes inconvenientes que se nos presentan a todos —y cuando digo a todos, créeme, es a todos—.
“Hacer versos malos depara más felicidad que leer los versos más bellos”
Hermann Hesse (1877-1962)
Valerme de esta frase de Hesse sólo tiene como objetivo mostrarte mi poca pretensión. Todos podemos hacer poesía: buena, mala pero nuestra; lo demás lo decide el lector. Y me valgo de otra cita, en este caso de Pavese: “Escribir poesía es como hacer el amor: nunca se sabrá si la propia alegría es compartida.”. ¿Crees que hay que agregarle más? Está más que claro: Tú, escribe, el lector que juzgue.
En ocasiones sentirás que doy al traste con la academia —siempre he pensado que es el mayor asesino de la creatividad— y en otras que estoy alienado al conservadurismo; es tu juicio, soy algo incoherente con algunas cosas, así que no voy a contradecirte cuando pienses que estoy loco. Pero te invito a que te quedes. A que aprendamos juntos una infinidad de herramientas que nos ayudarán a jugarle una muy buena o mala pasada a los académicos. En ocasiones, hasta podremos burlarlos un poquito experimentando nuevas estructuras, porque al final, sólo tú sabes qué escribes, porqué lo escribes y para quién lo escribes. ¡y que se rompan la cabeza analizándote!
Espero que te quedes por aquí y me visites de vez en cuando —y si puedes trae café, me encanta el café—. No dudes en comentar, discutir y hasta contradecir si es tu placer. Recuerda que somos humanos, cambiantes y mortales… En definitiva, imperfectos.
Hasta la próxima.
P.D.: Si dejas tu comentario aquí, abajito, me permitirá conocerte mejor… Gracias por leer.
José Joaquín Acevedo
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Es sin más, un momento ideal para aprender…
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